El voluntario falangista lleva una camisa de color crudo, de origen civil (no lleva hombreras), lo que nos permite situarlo en los primeros compases de la guerra, a la que ha colocado el parche bordado por alguna fémina de su entorno. Su uniformidad radica en el gorrillo falangista y en el correaje, elemento muy común de todas las formaciones políticas de los convulsos años 30.
Una cartuchera y un fusil, constituirían todo su equipo, en esa fase de columnas móviles y razzias.
Típico gorrillo de falangista de base.
Un par de emblemas, el de la izquierda es de fabricación artesanal, el otro es un bordado industrial, frecuente en la última etapa de la guerra.
Ha colaborado Beltrán
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