Los Legionarios en los campamentos, no
tenían definida reglamentariamente la uniformidad.
Dada la dureza del clima, con las altas
oscilaciones de temperatura entre el día y la noche, la calma y las tormentas
de arena, los legionarios alternaban las distintas prendas de uso diario, ya
fueran pantalones cortos, largos, camisa, la camisola del uniforme de adoptada
en 1968, gorrillos, viseras, siroqueras,
incluso el calzado podía variar desde la utilización de las sandalias o
nailas con y sin calcetines, las botas de lona chirucas. Todo con el único fin
de adaptarse al clima buscando la comodidad del descanso en sus cuarteles del Aaiún
y Villa Cisneros.
Nuestro legionario ha optado por ponerse un
jersey encima de la camisa legionaria, se estaba acercando el anochecer, este
no ostenta ningún emblema legionario, la gorra de visera carece hasta de
barbuquejo; aunque también se podía optar por el pasamontañas de lana verde o
el chapiri. Según como se mire da una imagen poco marcial, pero muy auténtica.
Otra característica, aunque tampoco se puede
tomar como uniformidad reglamentaría en esta época, es la gran cantidad de
legionarios con pobladas barbas y grandes patillas, (a excepción de nuestro
maniquí), Así como la forma de llevar la camisa abierta y las mangas remangadas
exhibiendo su pecho y brazos plagados de tatuajes, convirtiendo su forma de
llevarla en casi reglamentaria.
Vemos un legionario en uniforme de
campamento, del libro” La Legión 75 años de Uniformes Legionarios” de José
María Bueno Carrera y José González Bueno.
Han colaborado Gri, Beltrán y DONPACO
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